sábado, 11 de octubre de 2014

LA DIFICIL CONCILIACIÓN LABORAL




Las nuevas formas de vida junto con los actuales modos de organización empresarial provocan una enorme dificultad en lograr un modelo que permita conciliar eficazmente las responsabilidades familiares con las correspondientes laborales. Ello convierte al objetivo de la conciliación en uno de los mayores retos a los que se enfrenta nuestra sociedad en su conjunto. De lo contrario, se acentuarán las preocupantes bajas tasas de natalidad, expulsaremos del mercado de trabajo a quienes no puedan elegir, empeorará la calidad de vida de muchos y, al final, dificultaremos un funcionamiento eficiente de las empresas desde la perspectiva económica y social.

Casi todo se vuelve en contra de lograr lo que todo el mundo considera imprescindible, pero que al descenderse a lo concreto surgen inmediatamente las resistencias. Las empresas reclaman dosis intensas de flexibilidad laboral para atender a los requerimientos del mercado, especialmente en la gestión del tiempo de trabajo para tener una plena disponibilidad horaria de sus empleados, que inmediatamente se muestra incompatible con la atención a las responsabilidades familiares. El trabajo a tiempo parcial se orienta a ser un mero instrumento de flexibilidad empresarial, sin atender a la función complementaria que podría desempeñar en el terreno de la conciliación.

La normativa laboral pone el acento casi exclusivamente en el reconocimiento de derechos a la ausencia del trabajo para atender a la familia (permisos, suspensiones, excedencias), que provoca notables efectos colaterales negativos: acentúa el reparto desigual de las cargas familiares, pues con ello las mujeres continúan asumiéndolas en lo fundamental; es una medida materialmente de no conciliación porque impide el pleno desarrollo profesional de quien las usa, obstaculizando a las mujeres un razonable progreso profesional; acaba provocando un rechazo empresarial a la contratación del perfil típico de quienes ejercen tales derechos.

Tampoco cabe desconocer que tenemos una estructura empresarial de muy pequeñas dimensiones, donde no son factibles muchas de las típicas medidas de conciliación, por mucho que la normativa laboral pretenda imponer idénticos deberes a todas las empresas.

Las mujeres que por su origen, formación o experiencia pueden elegir, se orientan hacia aquellos sectores o profesiones más proclives a permitir la conciliación, pero con el efecto perverso de que el reparto de cargas internas en esas empresa las soportan básicamente las propias mujeres, al tiempo que quedan excluidos de la conciliación quienes no pueden elegir, especialmente los menos cualificados profesionalmente.
 
Todo confluye en que sean recurrentes las objeciones empresariales, no resultando sorprendente que alguna portavoz empresarial, en un rapto de sinceridad, recomiende no contratar mujeres en las edades de fertilidad y de mayores responsabilidades familiares. Indiscutiblemente este tipo de declaraciones no pueden justificarse en modo alguno, debe recordarse que ese tipo de conductas comportan una transgresión de la prohibición constitucional de tratamientos discriminatorios y, por ello, deben ser sancionadas con toda rotundidad.

Ahora bien, con decir que estas conductas son una barbaridad y deben ser proscritas no tenemos resuelto el asunto, pues no bastan medidas punitivas, sino que además hay que actuar en positivo. Lo que no podemos ocultar es que tenemos un grave problema y que debemos buscar los medios más adecuados para diseñar un sistema eficaz de conciliación familiar y laboral de todos; no exclusivamente de las mujeres, que son quienes hasta el presente han soportado el peso de las cargas familiares. Se trata de un problema general del conjunto de la sociedad en su forma de organizarse.

Aunque las reglas laborales puedan ayudar, resultan claramente insuficientes. Hay que adoptar un nuevo régimen de horarios generales, en el trabajo y fuera del mismo, que sea plenamente compatible con las necesidades de conciliación; establecer fórmulas de flexibilidad laboral horaria no sólo para atender a las necesidades empresariales sino también la conciliación familiar; es necesario incentivar el crecimiento medio de las dimensiones de las empresas; es imprescindible reforzar un sistema sólido de servicios sociales, destacadamente un servicio público universal de escuelas infantiles con horarios adaptados a los correspondientes laborales, así como una recuperación del pulso del sistema de atención a las personas dependientes; hay que diseñar un sistema fiscal favorecedor de la natalidad; hay que generalizar los modelos de corresponsabilidad familiar de modo que exista un reparto equilibrado de las obligaciones en el seno de la familia, incluso de una comprensión de que se trata de un asunto que atañe a todos y no exclusivamente a quienes soportan tales cargas. Otros países lo están haciendo y no hay razones para que nosotros no podamos.

PUBLICADO EN DIARIO DE SEVILLA EL 11 DE OCTUBRE DE 2014