sábado, 2 de agosto de 2014

TRABAJADORES POBRES




            Durante mucho tiempo el tener un trabajo remunerado se identificaba con un nivel económico suficiente como para poder subsistir con cierta holgura, incluso tener un empleo se percibía como un medio que permitía mantener sin problemas y de forma estable a la familia. Sin embargo, en los últimos tiempos se están produciendo cambios de calado que comienzan a poner en duda tal presunción, empezando a detectarse que se puede salir del paro sin dejar de ser pobre. Está apareciendo un volumen importante de personas que perciben salarios bastante reducidos, de modo que se comienza a utilizar para ellos el calificativo de “trabajadores pobres”. Suelen considerarse pobres aquellos que tienen ingresos inferiores al sesenta por ciento de la mediana de ingresos. Pero probablemente lo más impactante es el dato, recientemente publicado por la Encuesta de costes laborales del Instituto Nacional de Estadística, conforme al cual en los últimos diez años se ha duplicado el número de trabajadores que perciben globalmente cantidades inferiores al salario mínimo, siendo éstos ya más del millón y medio. Según la Unión Europea, España supera ya la cifra del 12 % entre quienes a pesar de tener trabajo viven por debajo de los umbrales de pobreza, siendo muy llamativo que seamos el tercer país con cifras tan elevadas, sólo precedidos por Rumanía y Grecia.

            Las alarmas pueden saltar cuando se comprueba que ello se debe a cambios estructurales, de modo que estos trabajadores pobres pueden ser no solamente un efecto más de la aguda crisis económica que hemos estado viviendo hasta tiempo muy reciente. Por tanto, no se trata de una circunstancia meramente coyuntural, sino un fenómeno que se va enquistando en el mercado de trabajo, provocando situaciones poco compatibles con el modelo social al que se supone aspiramos, olvidando que nuestro texto constitucional reconoce a todos el derecho a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia. Especialmente grave sería que la condición de trabajador pobre no fuese por un periodo temporal más o menos reducido, que se supera conforme estos trabajadores se consolidan en sus empleos, sino que puedan quedar atrapados en esa situación de pobreza, con riesgos evidentes de exclusión social.

            Esta realidad no se debe ya sólo a la tradicional presencia de altas tasas de temporalidad, que provoca que muchos sólo encuentren empleo durante una parte limitada del año y sin cobertura de protección por desempleo durante los períodos de inactividad. Lo novedoso es que esos trabajadores durante el tiempo que trabajan perciben globalmente salarios inferiores al mínimo interprofesional. Dos son los factores acumulados que están provocando este resultado. De un lado, el deterioro del valor adquisitivo de los salarios, a resultas de lo que los economistas han venido en bautizar como devaluación salarial; proceso que está resultando más intenso entre los trabajadores menos cualificados y, por tanto, aquellos que se encuentran en los niveles inferiores de la escala salarial. De otro lado, el incremento de los trabajadores sin cualificación que contra su voluntad sólo encuentran empleo a tiempo parcial, que ya supera el 16 % de los ocupados; al retribuírseles en proporción a su jornada, en términos absolutos ingresan cuantías inferiores al salario mínimo de un trabajador a tiempo completo. Tan es así, que el incremento del trabajo a tiempo parcial que se está produciendo en el último período está provocando un cierto espejismo, que incluso sobredimensiona el crecimiento del empleo que muestra la última Encuesta de Población Activa; crecimiento del empleo que no es tan elevado en términos globales, ya que el fenómeno coincide con un proceso paralelo de cierta sustitución de trabajo a tiempo completo por trabajo parcial. Al margen de ello, se encontraría también la importante bolsa de empleo irregular al calor de cierta economía sumergida, nada fácil de cuantificar ni detectar, donde se incumplen las condiciones salariales y de jornada pactadas colectiva o individualmente.

            Las recetas no son fáciles para afrontar un problema de tal envergadura y complejidad, pero desde luego quienes no aciertan son aquellos que a fecha de hoy siguen reclamando profundizar en la devaluación salarial de las capas inferiores y el fomento de un trabajo a tiempo parcial involuntariamente realizado por quien no encuentra otra alternativa. Ello lo único que provoca es la potenciación de una salida de la crisis por medio de la creación de puestos de muy bajo nivel, que al menor contratiempo ocasiona la inmediata destrucción de un empleo volátil, todo lo contrario a lo que se supone debe ser una economía más productiva y competitiva sobre la base de la innovación.

Publicado en Diario de Sevilla el 2 de agosto de 2014

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